Job. 23. Job contestó: “De todos modos, mis quejas hoy siguen siendo amargas. A pesar de mis gemidos, me sigue castigando. Si supiera dónde puedo encontrarlo para ir a donde se sienta a juzgar. Allí expondría mi caso ante él y presentaría todos mis argumentos en su totalidad. Descubriría cómo me respondería y aprendería lo que tiene que decirme. ¿Lucharía contra mí usando su poderosa fuerza? No, prestaría atención a lo que tengo que decir. Allí una buena persona podría razonar con él, y yo sería absuelto para siempre por mi juez. Si voy al este, él no está; si voy al oeste, no lo encuentro. Si está trabajando en el norte, no lo distingo; si va al sur, no lo veo. “Sin embargo, él siempre sabe a dónde voy. Cuando me haya probado, saldré brillante como el oro. Me he mantenido al paso con él; he seguido su camino sin desviarme. No he descuidado sus mandatos, porque valoro más lo que me ha ordenado que el alimento que como cada día. “Pero Dios es inmutable: ¿quién puede desviarlo de sus propósitos? Él hace todo lo que quiere hacer. Así que terminará lo que ha planeado para mí, y tiene muchos planes para mí. Por eso me aterra encontrarme con él; cuando pienso en él tiemblo de miedo. Dios me ha hecho desfallecer; el Todopoderoso me ha hecho morir de miedo. Sin embargo, sigo aquí a pesar de la oscuridad, aunque no pueda ver a través de la oscuridad total”.